Una nueva generación
A solo una semana de que se cumplan 50 años del 11 de septiembre de 1973, las reflexiones de los distintos sectores políticos se han intensificado. El Gobierno del Presidente Boric insiste en dividir a los chilenos con una lógica de confrontación y odiosidad política. Las izquierdas tratan de promover supuestas virtudes del gobierno de la Unidad Popular, y las derechas se enfrentan a ese relato desde distintas perspectivas. Aunque muchos de nosotros no hayamos vivido en carne propia dicho acontecimiento, sin duda que se trata de una fecha importante para la historia de Chile, que lamentablemente ha generado confrontación y división.
Los días previos al 11 de septiembre fueron decisivos. Quizás el momento crucial fue la declaración por parte de la Cámara de Diputados sobre el Grave Quebrantamiento del Orden Constitucional y Legal de la República, que constató que el presidente Allende gobernaba al margen de la ley. Es decir, un gobierno electo conforme a las reglas vigentes que se había vuelto ilegítimo e irrespetuoso de los valores democráticos, que no respetaba el Estado de Derecho, y que había validado la violencia como medio de acción política. A eso se suman las iniciativas estatizadoras que fueron fuertemente rechazadas por la ciudadanía y la dura crisis económica marcada por la inflación descontrolada y la escasez.
Sin duda que los acontecimientos posteriores estuvieron marcados por actitudes condenables desde el punto de vista del respeto de los derechos de las personas. En general, no hay discusión en la condena transversal que se hace a la violación de los derechos humanos ocurridas en nuestro país durante el Régimen Militar. Y es claro que es algo que no debemos volver a repetir en Chile. Pero es necesario y urgente volver a las causas mismas del quiebre democrático para tener una mirada completa del panorama que generó tanto dolor entre compatriotas.
Tener un conocimiento acabado de procesos históricos como este es fundamental para no repetir errores del pasado, pero no podemos estancarnos en ello de forma obsesiva. Los jóvenes de hoy debemos ser capaces de mirar hacia adelante, comprender los múltiples desafíos que nos plantea la sociedad de hoy, y hacernos cargo de ellos con responsabilidad. Quienes hoy nos formamos en ideas para ser un aporte en el servicio a Chile, crecimos en una sociedad en que afortunadamente la desnutrición ya no era un drama social, el Estado de Derecho y el respeto por las instituciones habían recuperado su rol como valores fundamentales, y en la que Chile ya era parte del mundo globalizado. Sin embargo, ninguna de estas cosas es permanente ni se encuentran aseguradas, sino que requieren del trabajo de una generación comprometida con las ideas de una sociedad integralmente libre y justa, con perspectiva histórica y altura de miras.
Por Teresa Le Blanc.