Pobreza y San Alberto Hurtado | Vicente Martínez, director de Educación para Chile en Controversia.cl
20 de agosto del 2020
Un 18 de agosto de 1952 falleció San Alberto Hurtado, y en su honor, agosto pasó a ser el mes de la solidaridad. Una de las frases del santo chileno decía así: “Yo sostengo que cada pobre, cada vago, cada mendigo es Cristo en persona, que carga su cruz. Y como a Cristo debemos amarlo y ampararlo. Debemos tratarlo como a hermano, como a ser humano, como somos nosotros!». Su llamado sigue vigente y exige que en Chile volvamos a hablar de pobreza.
La pobreza en Chile disminuyó considerablemente en los decenios finales del siglo XX y en el primero del XXI, pero nunca desapareció del todo. Hoy, debido a 10 años de un precario crecimiento económico, y después de la crisis de octubre y la pandemia, ha vuelto a aumentar el número de personas que viven bajo la línea de la pobreza. Sin embargo, poco se habla de ellos en la discusión política.
El problema es evidente: estamos frente a una desconexión entre las prioridades de la clase política y las verdaderas urgencias sociales del país. Mientras que, según los parámetros de pobreza que establece el Banco Mundial, de 2013 a 2015 el número de personas que viven bajo la línea de la pobreza en nuestro país aumentó de 158.684 a 234.083; la política se enfrascaba en discusiones ideológicas o con poca relevancia para efectos de combatir esta urgencia social.
En 1901, en un Chile mucho más pobre nació el Padre Hurtado. Su infancia se desarrolló en medio del surgimiento de la “cuestión social”, reflejo de la icónica desconexión entre la política de comienzo del siglo XX –en especial su dirigencia- y los pobres de la sociedad chilena. Esta gran desconexión sería fundamental en su formación y marcaría el futuro de Alberto Hurtado. Su vida santa está caracterizada por su compromiso y acción social, que dan lugar a una de sus grandes obras como lo fue la creación del Hogar de Cristo; su preocupación y solidaridad con los más necesitados; y su entrega a la Iglesia Católica y su fe en Dios, con las que, a través de sus prédicas y consejos, logró inspirar a una generación de jóvenes chilenos.
Fue un hombre crítico hacia la clase política: a la vez que le reconocía una vital importancia a ella, exigía a los gobernantes una vocación genuina y abnegada para con la sociedad. Además, estaba convencido de la necesidad de una sociedad civil consciente, activa y cohesionada, conformada por personas «con sentido social (que) no espera(n) que se presenten ocasiones extraordinarias para actuar. Todas las situaciones son importantes para él, pues repercuten en sus hermanos».
En esta nueva conmemoración de la vida y obra de San Alberto Hurtado, su legado social nos deja una obligación: este mes de agosto tenemos que retomar nuestro deber de ser solidarios con los más pobres, con su soledad, su hambre y su desesperación. ¿Qué significa esto? “Sentir la pobreza ajena como propia” decía San Juan Pablo II. ¿Qué exige a la sociedad? Vencer al gran enemigo de Chile del que hablaba el Padre Hurtado, esto es, “la apatía, la indolencia, la superficialidad con que se miran los problemas”. ¿Y al Estado? Focalizar los recursos y dárselos directamente a los que más lo necesitan. ¿Cómo? Primero, reduciendo gasto político para conseguir más y mejor gasto social en favor de los pobres; segundo, propiciando el crecimiento económico y el empleo formal, dos factores que han resultado ser claves a la hora de superar la pobreza.