Del dicho al hecho…
“Tengo la convicción de que debiéramos avanzar hacia una ley de aborto integral”, esas son las palabras del Presidente Boric en su discurso durante la conmemoración del día de la mujer. La noticia desde Francia claramente le dio un nuevo imp ulso a la lucha por el aborto libre en el mundo, y el “progresismo” de nuestro país no podía quedar atrás.
Acorde a la encuesta CEP de julio del pasado año, sólo un 30% de los entrevistados está de acuerdo con un aborto sin limitaciones; es decir, saben que hoy no han conseguido generar las condiciones para presentar un proyecto así, por lo que tienen que seguir trabajando en la deshumanización del nasciturus hasta alcanzar una mayoría circunstancial que lo permita. Por lo anterior, Joaquín García-Huidobro acierta cuando menciona en su reciente columna –publicada en El Mercurio– que la izquierda trata de dar por clausurado el debate, puesto que la existencia de grupos provida podrían modificar la percepción ciudadana –basta ver el caso de Estados Unidos con Roe vs. Wade, donde luego de 49 años se revirtió el dictamen de la Corte Suprema que imponía el aborto libre a nivel federal por sobre las leyes estatales–. De ahí se entiende que al Presidente le incomode lo que calificó como “oposición tremendamente radical”.
Ahora bien, ¿basta con decir que se está a favor de la vida para evitar el avance de ese “derecho”? García-Huidobro hizo referencia a un punto muy relevante que pocas veces se ha abordado con la profundidad debida: el acompañamiento. No cabe duda de que para una mujer someterse a un aborto resulta una decisión sumamente compleja, ya que son diversas las razones que la llevan a tomar tan drástica determinación, y principalmente por la falta de apoyo de su entorno.
Lo anterior ha quedado demostrado, con iniciativas como la Fundación Chile Unido, que, al apoyar a esas mujeres, consiguen que la mayoría decida continuar con su embarazo. ¿Por qué entonces, en pleno siglo XXI, no existe un férreo compromiso de la sociedad para socorrer a quien lo necesita? Para entender esto pareciera ser una de las principales explicaciones el individualismo en el que nos encontramos inmersos, puesto que acompañar o ayudar no significa únicamente otorgar medios materiales, sino estar ahí cuando se necesite, aunque algunas veces resulte complejo –sacrificio que pocos están dispuestos a hacer–. Entonces el tema se termina reduciendo a una mera cuestión de costo-beneficio, como si cualquier vida humana pudiese estar sujeta a ese parámetro.
Si realmente queremos construir una mejor sociedad, hemos de abogar no únicamente para proteger la vida de quien está por nacer, sino que también por cuidar de él y su madre, acompañándolos en todas sus etapas vitales si así lo requieren; de lo contrario, nuestra lucha resulta fútil. Por eso, la defensa de la dignidad de todo ser humano debe siempre estar guiada por no dejar solos a quienes más necesitan del apoyo de todos en momentos de especial vulnerabilidad.
Diego Castro M. Equipo Siempre por la Vida